Todos pasamos por momentos buenos y malos a lo largo de nuestras vidas y cada uno tiene que encontrar la forma de salir adelante tras períodos complicados. A nosotros siempre nos ha ayudado el mar como terapia, por lo que en este nuevo artículo de Alavela Yachting hablaremos de nuestra experiencia personal, algo más íntimo donde vamos a compartir lo que nos ha aportado para nuestra vida profesional y privada el salir al mar:
Para nosotros la mejor forma de salir de un mal momento ha sido, en primer lugar, salir fuera de casa y, además, encontrar una motivación con actividades diferentes a nuestro día a día.
Qué mejor que cambiar de elemento: pasar de la tierra al agua es nuestra terapia. Salir en un barco, en Kitesurf, en surf, solo o acompañado. En invierno como en verano, con buen o mal tiempo, siempre volveremos a tierra con la tranquilidad que aportan nuestras aventuras acuáticas.
Un placer para los sentidos
Tanto subir a un barco y prepararlo como montar su equipo de kitesurf, por ejemplo, implica una concentración y una preparación para evitar problemas posteriores en el agua. Este hecho tan sencillo ya nos está curando en todos los sentidos. Además, preguntar a nuestro alrededor cómo están las condiciones ese día nos ayuda a hacer nuevos amigos. Y aunque estemos cansados ya estamos decididos a ello, hoy pasaremos un día en el agua.
Ya estamos listos, miramos una última vez al océano y sabemos que, al contrario de los que se quedan en tierra, veremos de cerca por qué esta imagen resulta tan atractiva y relajante. Si ya de por si mirar el mar es terapia, se multiplica por cien ver la tierra desde el mar o, mejor todavía, se multiplica al infinito si en ocasiones excepcionales dejamos de ver completamente tierra firme.
Un velero deslizándose con únicamente el ruido de las olas sobre nuestra proa, el agua y el viento que nos toca la cara, los esfuerzos físicos para subir la velocidad… ya estamos en otro mundo, en otra vida, el contacto con los elementos nos recuerda la bonita sensación de vivir y estar vivos. Y en silencio, mirar el compañero, sin mediar palabra, una mirada y una sonrisa: ya nos hemos olvidado del resto, nos impregna este sentimiento de libertad, medicina natural para el alma, el tiempo se para, estamos bien…
Las horas pasan y cada una es más edificante que la otra. Sin que nos hayamos dado cuenta, el sol comienza a caer y nosotros debemos pensar en volver ya a tierra.
Volver a mirar a tu alrededor
Y lo mejor viene ahora, pues no han terminado los beneficios de esta salida: si vivimos en un lugar tan bonito como la Costa del Sol, llega un día que, por costumbre, ya no vemos lo privilegiados que somos, ya no vemos las vistas, no nos damos cuenta de estas temperaturas tan agradables, no vemos esta asociación de mar y montaña tan cercana (que yo conozca solo Turquía tiene también esta combinación).
Escapándonos un día, descubrimos de nuevo el encanto de nuestra tierra, miramos hacia Gibraltar, admiramos la Sierra bermeja, el sol de color rosa en el puerto de Sotogrande… Y así comenzamos a sonreír y a darnos cuenta de que la vida no es tan mala, que nos estamos curando del stress habitual …. Y entonces habrá que repetir, ¿no?
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